San Jorge nació hacia el año 280 en Capadocia, una región del Asia Menor (actual Turquía), en

una familia cristiana de origen noble. Su padre, que también era militar, murió cuando Jorge era

niño, y su madre lo llevó a vivir a Palestina, donde creció con una profunda fe cristiana y un

espíritu noble.

Siendo joven, Jorge decidió seguir la carrera militar, destacándose rápidamente por su valentía,

integridad y habilidades en el combate. Entró al servicio del emperador romano Diocleciano, un

hábil gobernante pero feroz perseguidor de cristianos. Gracias a su coraje, Jorge alcanzó el

rango de tribuno o comandante, una posición de gran prestigio.

Pero el giro más decisivo en su vida ocurrió cuando Diocleciano promulgó edictos que

ordenaban la persecución sistemática de los cristianos en todo el imperio. Jorge, lejos de ocultar

su fe, decidió presentarse ante el emperador para declarar abiertamente que él era cristiano y

que no obedecería órdenes que fueran contra Dios. Esta declaración fue un acto de heroísmo

impresionante, sabiendo que lo condenaría a la tortura y la muerte.

Diocleciano, que lo apreciaba, intentó hacerlo cambiar de idea, ofreciéndole riquezas, poder y

honores. Pero Jorge se mantuvo firme. Entonces fue encarcelado, torturado de manera cruel

—lo quemaron con hierros al rojo vivo, lo desgarraron con garfios de hierro, lo hicieron caminar

con zapatos de clavos—, pero Jorge no se quebró. Finalmente, fue decapitado alrededor del

año 303 en Nicomedia (hoy Turquía), convirtiéndose en mártir y testigo de una fe

inquebrantable.

Junto a su martirio, comenzó a difundirse una leyenda poderosa que lo transformó en símbolo

universal: el episodio del dragón. Se cuenta que un dragón aterrorizaba una ciudad, y exigía

víctimas humanas. Cuando le tocó ser sacrificada la hija del rey, Jorge apareció, hizo la señal de

la cruz y, con su lanza, mató a la bestia. Este relato, aunque simbólico, representa la lucha del

bien contra el mal, de la fe contra el pecado, y del valor frente al miedo.

San Jorge se convirtió rápidamente en uno de los santos más venerados del cristianismo. Cruzó

continentes, culturas y siglos. Es patrono de Inglaterra, Cataluña, Georgia, Etiopía y decenas de

ciudades. También es protector de los soldados, campesinos, exploradores y todos los que

enfrentan peligros en nombre de la verdad.

Su fiesta se celebra el 23 de abril, día que en muchas regiones está marcado por celebraciones,

procesiones, ferias, y tradiciones como regalar rosas y libros (como en Cataluña). La figura de

San Jorge invita a enfrentar los propios “dragones”: el miedo, la injusticia, la desesperanza. Su

vida fue un acto de entrega total, y su ejemplo nos recuerda que la verdadera fuerza nace de la

fe y del amor a la verdad.