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Vidas que inspiran: Santo Cura Brochero

José Gabriel del Rosario Brochero nació el 16 de marzo de 1840 en Santa Rosa de Río

Primero, Córdoba, en una familia cristiana. Fue bautizado al día siguiente y creció en un

hogar donde la fe era el pilar fundamental. Desde niño mostró inclinación por el sacerdocio,

y a los 16 años ingresó al Seminario de Nuestra Señora de Loreto en Córdoba. Allí recibió

una formación rigurosa, marcada por la oración, el estudio y la disciplina, destacándose por

su carácter fuerte y compromiso con la Iglesia.

El 4 de noviembre de 1866 fue ordenado sacerdote y celebró su primera misa un mes

después. Durante la epidemia de cólera de 1867, se dedicó incansablemente a asistir a los

enfermos y moribundos. A fines de 1869, fue nombrado párroco del curato de San Alberto,

una extensa y empobrecida región en el Valle de Traslasierra.

Brochero emprendió su viaje de tres días montado en una mula, que se convertiría en su fiel

compañera en sus largas travesías evangelizadoras. Al llegar, se encontró con una

comunidad dispersa y con muchas carencias espirituales y materiales. Enseguida se

propuso acercar a sus fieles a Dios y mejorar sus condiciones de vida.

Su método pastoral se basó en los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Con

gran esfuerzo, organizaba grupos de pobladores y los llevaba hasta Córdoba para participar

en retiros espirituales. Muchos regresaban completamente transformados, abandonando el

delito y comprometiéndose con la fe. Uno de los casos más emblemáticos fue la conversión

de Gaucho Seco, un bandido temido en la región.

Pero su misión no se limitó a la evangelización. Impulsó la construcción de caminos,

iglesias, escuelas y la Casa de Ejercicios en Villa del Tránsito (hoy Villa Cura Brochero),

finalizada en 1877 con la ayuda de la comunidad. Promovió la educación y formó laicos

para que pudieran continuar su obra donde no llegaban los sacerdotes.

Era un sacerdote de acción, cercano a su pueblo. No dudaba en montar a caballo o en mula

para llegar a los rincones más aislados de la sierra. Siempre vestía su sotana polvorienta,

su sombrero de anchas alas y llevaba su breviario en una mano y el rebenque en la otra.

Ramón J. Cárcano, su compañero de estudios, lo describió como un hombre austero, con

una vocación tan fuerte que parecía haber nacido para ser sacerdote.

En 1907 contrajo lepra, probablemente por el contacto con enfermos a quienes atendía sin

temor. Perdió la vista y la movilidad de sus manos, pero nunca dejó de rezar ni de

preocuparse por su gente. Ciego y debilitado, renunció a su curato y pasó sus últimos años

en Villa del Tránsito. En una carta a un amigo, escribió: “Dios me ha dado la ocupación de

buscar mi último respiro y de orar por los hombres pasados, presentes y futuros”

.

El 26 de enero de 1914, el Cura Brochero murió en su querido pueblo. Su legado trascendió

el tiempo y su fama de santidad se extendió por toda Argentina. Fue beatificado en 2013 y

canonizado el 16 de octubre de 2016 por el papa Francisco, convirtiéndose en el primer

santo nacido y fallecido en Argentina. Su vida sigue siendo un testimonio de fe, entrega y

servicio, un verdadero modelo de sacerdote al servicio del pueblo.

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