San Blas fue un obispo y mártir del siglo IV, venerado como santo en la Iglesia Católica y la Iglesia Ortodoxa. Nació en Sebaste, en la región de Armenia Menor (actual Turquía), y fue médico antes de ser elegido obispo de su ciudad. Se le atribuye una vida de gran santidad, dedicándose tanto a la atención espiritual como física de sus fieles.
Durante la persecución del emperador Licinio contra los cristianos, San Blas se retiró a una cueva en las montañas para vivir como ermitaño, rodeado de animales salvajes que, según la tradición, lo obedecían y acudían a él para ser curados. Sin embargo, fue descubierto y arrestado por soldados romanos. En el camino a su encarcelamiento, se dice que salvó a un niño que se ahogaba con una espina en la garganta, lo que dio origen a su fama como protector contra los males de la garganta.
En la prisión, San Blas continuó evangelizando y realizando milagros. Se negó a renunciar a su fe a pesar de las torturas a las que fue sometido. Finalmente, fue condenado a muerte y ejecutado en el año 316, posiblemente por decapitación.
Desde entonces, su culto se extendió rápidamente por Oriente y Occidente. En la Iglesia Católica, su fiesta se celebra el 3 de febrero, día en el que es costumbre la bendición de la garganta con dos velas cruzadas en su honor. San Blas es considerado el patrono de los enfermos de la garganta, de los veterinarios y protector contra enfermedades y epidemias.
Su devoción sigue siendo muy fuerte en diversos países, especialmente en España y América Latina, donde se realizan festividades en su honor.

Vidas que inspiran: San Blas
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