Cecilia María Sánchez Sorondo Bosch nació el 5 de diciembre de 1973 en San Martín de los
Andes, provincia de Neuquén, Argentina. Fue la segunda de diez hermanos y creció en una
familia profundamente católica, alegre y numerosa, donde la fe se vivía con naturalidad. Desde
chica amaba la música, especialmente el violín, soñaba con casarse y formar una familia, y llevó
una juventud activa, rodeada de amigos, deporte y estudio.
Se recibió de enfermera y comenzó a trabajar, pero a lo largo de su adolescencia y juventud fue
sintiendo un llamado cada vez más fuerte a una entrega total a Dios. A los 15 años, sintió por
primera vez ese deseo de “algo más”. Descubrió la vida del Carmelo leyendo a Santa Teresa de
Jesús y quedó fascinada por la belleza de la vida contemplativa. A los 24 años ingresó al
Monasterio de las Carmelitas Descalzas de Santa Fe, el 8 de diciembre de 1997. Allí tomó el
nombre de Sor Cecilia María de la Santa Faz, en referencia al rostro sufriente de Cristo. Hizo
sus votos perpetuos en 2003.
En el Carmelo vivió con una alegría contagiosa, siempre sonriente, servicial, con gran sentido
del humor, profunda fe y una delicadeza espiritual notable. Tocaba el violín en las celebraciones
litúrgicas, ayudaba en la enfermería, y era querida por todas sus hermanas. Su espiritualidad
estaba centrada en la oración, el silencio, la devoción a la Virgen María y una confianza absoluta
en la voluntad de Dios. Su vida era un testimonio de paz, ternura y fe encarnada en lo cotidiano.
En diciembre de 2015, tras varios estudios médicos, le diagnosticaron un cáncer muy avanzado
en la base de la lengua, con metástasis. Aunque recibió el diagnóstico con serenidad, el proceso
fue doloroso: tratamientos, cirugías, pérdida del habla, morfina. Aun así, nunca dejó de sonreír.
Cada persona que la visitaba en el hospital salía conmovida por su paz interior. En una de sus
cartas escribió: “Supongo que me vendrán momentos de oscuridad y desesperación, pero como
no estoy sola, podremos juntos seguir al Cordero.”
Durante su internación en el Hospital Universitario Austral, ofrecía su sufrimiento por la unidad
de la Iglesia. Pidió que no la compadecieran y vivió hasta el final en un profundo abandono en
Dios. Una foto suya, tomada pocos días antes de su muerte, la muestra en cama, con oxígeno,
pero con una sonrisa luminosa. Esa imagen recorrió el mundo y tocó miles de corazones.
Murió el 23 de junio de 2016, con solo 42 años. En sus últimas voluntades pidió que en su
funeral se cantara “Vivo sin vivir en mí” de Santa Teresa. Su muerte fue vivida como una
verdadera Pascua, un tránsito al cielo, y desde entonces muchos comenzaron a pedir su
intercesión.
En enero de 2025, la arquidiócesis de Santa Fe abrió oficialmente su proceso de beatificación, y
Sor Cecilia María fue declarada Sierva de Dios. Su testimonio muestra que la santidad no es un
ideal lejano, sino una realidad alcanzable por quien vive en el amor, con fidelidad, humildad y
confianza. Sor Cecilia es hoy un faro para quienes sufren, para quienes buscan sentido, y para
todos los que desean vivir con una alegría que no depende de las circunstancias, sino de estar
unidos a Cristo.