Samaritanear
Comentario Introductorio
¿Creemos realmente en Dios? ¿Y si de pronto perdiéramos todo, seguiríamos creyendo en Él? El sordomudo de este pasaje evangélico nos da la respuesta. En medio de todas sus limitaciones, renuncias y pruebas, lo ayudan a buscar y encontrarse con Cristo. Su fe y su esperanza, y la de sus hermanos, permitió a Dios que obrara el milagro y le devolviera su dignidad. De este relato surge también otra pregunta: ¿y yo, qué hago para acercar a Cristo a aquellos que están tirados al borde del camino?
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San Marcos 7, 31-37

Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos    

    Cuando Jesús volvía de la región de Tiro, pasó por Sidón y fue hacia el mar de Galilea, atravesando el territorio de la Decápolis.

    Entonces le presentaron a un sordomudo y le pidieron que le impusiera las manos. Jesús lo separó de la multitud y, llevándolo aparte, le puso los dedos en las orejas y con su saliva le tocó la lengua. Después, levantando los ojos al cielo, suspiró y le dijo: «Efatá», que significa: «Ábrete.» Y enseguida se abrieron sus oídos, se le soltó la lengua y comenzó a hablar normalmente.

    Jesús les mandó insistentemente que no dijeran nada a nadie, pero cuanto más insistía, ellos más lo proclamaban y, en el colmo de la admiración, decían: «Todo lo ha hecho bien: hace oír a los sordos y hablar a los mudos.»

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