Samaritanear
Comentario Introductorio
Cuántas estructuras y condiciones innecesarias ponemos a la hora de ejercer la caridad y el servicio fraterno. Ante el prójimo que clama tirado al borde del camino, el ejemplo y la actitud de Jesús nos interpela y nos hace caer en la cuenta que el Mandamiento del Amor siempre debe guiar nuestros pasos y ordenar nuestras prioridades comunitarias y personales. ¿Tiendo siempre mi mano para ayudar a quien busca al Señor? ¿Qué lugar ocupan los excluidos y olvidados de hoy a la hora de vivir mi servicio fraterno?
11-1

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Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 5, 1-3a. 5-18

    Se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén.

    Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua.

    Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres sanarte?»

    Él respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes.»

    Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina.»

    En seguida el hombre se sanó, tomó su camilla y empezó a caminar.

    Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser sanado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla.»

    Él les respondió: «El que me sanó me dijo: “Toma tu camilla y camina.”» Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: “Toma tu camilla y camina?”»

    Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí.

    Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido sanado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía.»

    El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.

    Él les respondió: «Mi Padre trabaja siempre, y Yo también trabajo». Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.

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