Samaritanear
IMG_8723

Vidas que inspiran: San Jerónimo

San Jerónimo nació hacia el año 347 en Estridón, una ciudad de Dalmacia (actual Croacia o

Bosnia). Sus padres, cristianos acomodados, lo enviaron a Roma para estudiar. Allí aprendió

latín y griego, se formó en retórica y literatura, y se empapó de la cultura clásica. Sin embargo,

aunque fue bautizado de joven, su corazón no estaba todavía plenamente entregado a Cristo.

Una experiencia espiritual lo transformó: estando enfermo, soñó que comparecía ante Cristo

Juez, quien lo reprendió diciendo: “Eres ciceroniano, no cristiano”. Desde ese momento,

Jerónimo decidió consagrar su vida a la Sagrada Escritura.

Deseoso de mayor radicalidad, se retiró al desierto de Calcis, cerca de Antioquía (Siria), donde

llevó vida de penitencia, oración y estudio. Allí aprendió hebreo con un maestro judío para poder

leer el Antiguo Testamento en su lengua original. Esta pasión por las lenguas bíblicas lo

convertiría en uno de los más grandes eruditos cristianos de la historia.

En 382 fue llamado a Roma y se convirtió en secretario del Papa San Dámaso I. El Papa,

consciente de su talento, le encomendó una tarea monumental: revisar y traducir toda la Biblia al

latín para que los fieles pudieran comprenderla mejor. En una época en la que circulaban

traducciones muy deficientes, el trabajo de Jerónimo fue decisivo. Esta versión, llamada Vulgata,

se convirtió en la Biblia oficial de la Iglesia durante más de mil años, hasta hoy la base de la

edición oficial de la liturgia latina.

Tras la muerte de Dámaso, Jerónimo regresó a Tierra Santa. En Belén fundó un monasterio

para hombres y colaboró con Santa Paula y su hija Santa Eustoquia en la fundación de

monasterios femeninos y en obras de caridad. Allí vivió hasta su muerte, dedicando sus días al

estudio bíblico, la redacción de comentarios, homilías, cartas y tratados contra las herejías. Sus

cartas son un tesoro de espiritualidad y muestran su ardiente temperamento, su amor a Cristo y

su celo por la verdad.

Jerónimo fue un hombre de carácter fuerte, a veces duro en la controversia, pero siempre fiel a

la Iglesia. Su amor apasionado por la Palabra de Dios se refleja en su célebre frase:

“Ignorar las Escrituras es ignorar a Cristo.”

Murió en Belén el 30 de septiembre del año 420, siendo venerado inmediatamente como santo.

La Iglesia lo declaró Doctor de la Iglesia por su sabiduría en la interpretación bíblica. Es patrono

de los traductores, bibliotecarios, arqueólogos y estudiosos de la Biblia.

La Iglesia lo celebra cada 30 de septiembre, recordando que el amor a la Sagrada Escritura es

inseparable del amor a Jesucristo.

Compartir:

novedades

Scroll al inicio

Apoya esta misión de llevar la palabra de dios a todo el mundo. Cada donación nos ayuda a difundir el evangelio y proporcionar recursos espirituales para muchas personas.

¡Haz tu donación hoy y se parte de esta tarea de evangelización!
Datos bancarios:

Alias: MIRAR.AMAR.PERDONAR

CBU: 0110491630049105199801