San Martín de Tours nació en el año 316 d.C. en la región de Panonia, actual Hungría. Su padre era un oficial del ejército romano, y aunque sus padres eran paganos, desde muy joven, Martín mostró interés en el cristianismo. A los diez años, sin la aprobación de sus padres, empezó a estudiar las enseñanzas de Jesús y desarrolló un fuerte deseo de vivir de acuerdo con los principios cristianos.
A los 15 años, San Martín fue obligado por su padre a unirse al ejército romano. Durante su tiempo en el ejército, Martín demostró ser un soldado valiente y respetado. Sin embargo, su vocación espiritual fue más fuerte. Mientras servía en Amiens, una noche fría, encontró a un mendigo tiritando de frío en las puertas de la ciudad. Sin dudarlo, Martín cortó su capa por la mitad y le dio una parte al mendigo para abrigarlo. Esa noche, tuvo una visión de Jesucristo, quien le apareció vestido con la mitad de la capa que había dado al mendigo y le dijo: “Martín, aún no bautizado, me ha cubierto con este manto”. Esta experiencia fortaleció su fe y lo impulsó a recibir el bautismo poco después.
A los veinte años, Martín decidió abandonar el ejército, pues sentía que su compromiso con Cristo era incompatible con su deber militar. Pidió ser relevado, pero sus superiores se negaron. Martín declaró: “Hasta ahora he servido como soldado, ahora soy soldado de Cristo y no me es lícito luchar”.
Se trasladó a Poitiers, en la Galia (hoy Francia), donde buscó al obispo San Hilario. Este se convirtió en su mentor espiritual, y bajo su guía, Martín se dedicó a una vida de oración y ascetismo. En el año 360, fundó el primer monasterio en Occidente, en Ligugé. Allí, vivió una vida sencilla, marcada por el trabajo, la oración y la caridad, y muchos hombres acudieron a unirse a él.
En el año 371, fue elegido obispo Tours, pero quiso rechazar el cargo por su humildad y preferencia por la vida monástica. Al enterarse de su elección, se escondió en una pocilga, pero una bandada de gansos lo delató con su ruido, y aceptó el llamado. Como obispo, se destacó por su cercanía con el pueblo, su austeridad y su esfuerzo por evangelizar las zonas rurales, donde prevalecían prácticas paganas.
San Martín se dedicó a destruir templos paganos, construir iglesias y monasterios, y predicar el cristianismo. Recorrió largas distancias para convertir a los campesinos, y se le atribuyen varios milagros, como la resurrección de muertos, la curación de enfermos y la expulsión de demonios.
A pesar de su influencia y de su cargo, San Martín mantuvo siempre una vida de sencillez y humildad. Vestía de forma modesta, vivía en una celda y trabajaba con sus propias manos para mantenerse. Su compasión y generosidad hacia los pobres lo convirtieron en un ejemplo de caridad.
San Martín murió el 8 de noviembre de 397 en Candes-Saint-Martin. Fue enterrado en Tours, y su tumba se convirtió en un importante centro de peregrinación. Su vida inspiró a muchos, y fue declarado santo poco después de su muerte. Se le considera el primer santo no mártir reconocido por la Iglesia. Es venerado como el santo patrono de Francia, de los soldados, de los mendigos y de los pobres.

Vidas que inspiran: San Martín de Tours
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